Constato con alarma una tendencia que creía impensable: las víctimas de maltrato machista son cada vez más jóvenes. Lo dicen las cifras de la Dirección General de la Junta contra la Violencia de Género, y de otros organismos que luchan contra esta lacra, y lo suscriben importantes sociólogos, como Javier Elzo: «Tenemos jóvenes machistas para rato». Según Elzo, los adolescentes de hoy en día son más machistas que los de hace dos décadas.
¿Cómo puede ser esto posible? Son más jóvenes las víctimas y también lo son los agresores. Ellas y ellos atribuyen a los celos propiedades románticas, una prueba de amor del varón sobre la mujer. Ellas aceptan como normal, incluso como un halago, según algunos estudios específicos, que su novio controle su teléfono móvil, llamadas y mensajes. Ellos se creen con la legitimidad de género para hacerlo.
¿Por qué? ¿Tendrán algo que ver los iconos y modelos que la industria del espectáculo diseña para este segmento del público? Propuestas en las que las chicas asumen un rol sumiso y complaciente en oposición al papel dominante del chico. Oigamos con atención qué dicen las letras de las canciones que escuchan, los argumentos y arquetipos que aparecen en las series y el cine para adolescentes, en las revistas que consumen, en las propuestas de entretenimiento audiovisual, en la moda, en los personajes populares…
Contenidos todos ellos caracterizados por una elevada sexualización de los jóvenes, un fenómeno sobre el que vienen alertando los expertos desde hace unos años y que tiene una consecuencia directa: el aumento del sexismo.
Propongo un sencillo experimento que puede ayudarnos a remontar el camino hacia uno de los orígenes de este problema: en su buscador de imágenes en Internet, prueben a poner “bicicletas niña” y luego “bicicletas niño».