Bitácora personal de Emelina Fernández

7 marzo 2018

8 de marzo de 2018, el feminismo está aquí para quedarse

Filed under: General — Emelina Fernández @ 12:04
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Declaración derechos mujer

Otro 8 de marzo para reivindicar la igualdad de la mujer en la sociedad que, este año, reaparece con nuevos bríos. Con la sensación de que se ha roto por fin la estacionalidad con la que esta lucha destaca en el debate público, siempre en el mes de marzo, en torno al Día Internacional de la Mujer, y también en noviembre, con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género. El tesón de muchas mujeres y asociaciones por visibilizar la discriminación ha hecho posible, sin duda, este cambio.

El hecho de que la revista Time eligiera al movimiento #MeToo como personaje del año supone un espaldarazo muy importante a la causa que defiende la igualdad de género, venciendo, seguramente, enormes resistencias por parte de poderosas industrias partidarias de acallarlo o desprestigiarlo.

Por primera vez, cuando se habla de brecha salarial entre hombres y mujeres, se va un paso más allá de la denuncia de esta diferencia básica: cobrar hasta un 25% menos por el mismo trabajo. Ahora los medios también informan y analizan cómo afecta esta desigualdad en, por ejemplo, las pensiones de las mujeres que reducen su jornada laboral para cuidar a los hijos o a los familiares dependientes.

El debate se enriquece sin duda con la adhesión de voces masculinas que apoyan el feminismo sin complejos, que reivindican la igualdad entre hombres y mujeres y que se comprometen públicamente en la denuncia contra la violencia de género.

Se cuelan en las noticias iniciativas a favor de la seguridad de las mujeres, como la emprendida por la ciudad de Vigo para que las mujeres que viajan en los autobuses urbanos del servicio nocturno puedan decidir en qué punto del trayecto bajarse.  Tres mujeres son violadas al día en nuestro país, una violación cada ocho horas o mil al año. A las mujeres, desde niñas, nos enseñan, por nuestro propio bien, que debemos tener cuidado al andar solas por la calle.

Para este 8 de marzo, la convocatoria de una huelga de mujeres para denunciar la desigualdad laboral, la precarización de las condiciones de trabajo de las mujeres, o el acoso que sufren supone un golpe de efecto audaz. Aún desconocemos su alcance, el seguimiento que tendrá o si conllevará alguna consecuencia a corto plazo.

Pero lo que sí parece que se instala en la opinión pública de forma permanente y recurrente es el reconocimiento de la discriminación de la mujer y, consecuentemente, la reivindicación de la igualdad en cualquier ámbito (laboral, familiar, público, privado, en el arte, en los medios, en los puestos directivos, en el deporte…).

Persistir en la denuncia, evidenciar la discriminación sexual con datos, mantiene viva la causa del feminismo, que no es otra que alcanzar la igualdad real. Y de paso, puede responder con argumentos sólidos a las voces que cuestionan o combaten lo que llaman despectivamente «ideología de género».

Falta mucho por hacer, aún, en la consecución de la igualdad, y no basta con que nuestras leyes fundamentales la garanticen. El machismo se cuela en forma de omisión por los vericuetos de los reglamentos, de los convenios y de la costumbre. Relajarse en esta reivindicación sale caro, porque se retrocede en derechos y logros. Creo que muchos y muchas nos hemos dado cuenta, y por eso, en este 8 de marzo, por primera vez, tengo la sensación de que el feminismo ha llegado para quedarse.

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6 marzo 2015

8 de marzo, con más sentido que nunca

Filed under: educación,General,Personal — Emelina Fernández @ 14:00
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Imagen de la Guía de la buena esposa, de la Sección Femenina

Imagen de la Guía de la buena esposa, de la Sección Femenina

Cuando un muchacho de 14 años ve bien que un chico tenga varias relaciones con chicas y al mismo tiempo censura que una chica de su misma edad las tenga con muchos chicos, es que algo no ha funcionado en el avance de la igualdad de derechos. Cuando de esta forma tan marcadamente machista se pronuncia nada menos que el 30% de los varones españoles nacidos en los albores del siglo XXI, no tengo duda de que la igualdad que consagran nuestras leyes desde hace décadas no se ha traducido en igualdad real entre hombres y mujeres. No tengo duda de que, desgraciadamente y contra todo pronóstico, retrocedemos como sociedad.

No hay mes, y casi no hay semana, en la que no asistamos a comportamientos misóginos procedentes de casi todos los estamentos sociales. No hay mes, y no hay semana, en la que se equiparen, como si fueran antónimos, machismo y feminismo. La última vez un alto representante político con relevantes responsabilidades públicas.

Y así, una mañana asistimos a la publicación y difusión en los medios de comunicación de una foto de una mujer desnuda, atribuyéndola, a sabiendas de su falsedad, a una candidata electoral como fórmula de desprestigio, y en siete días pasamos a unos insultos intolerables hacia una víctima de violencia de género desde toda una grada de un estadio de fútbol.

Días después, un organismo oficial multa con tan solo 50 euros los insultos y amenazas inaceptables hacia una mujer mientras ejercía de árbitro en un campo de fútbol local. Recientemente, un periodista-tertuliano reincide en su retórica más zafia y condenable, al llamar gorda a una mujer con la que le toca debatir en un plató de televisión. No era la primera vez que lo hacía.

Hace un mes, Francisco Serrano, expulsado de la carrera judicial y ahora candidato a las elecciones andaluzas, declaraba sin empacho: “la ideología de género lleva detrás la destrucción de la familia”. He de suponer que la igualdad de género destruye su modelo de familia, esa familia patriarcal, en la que la mujer obedece y calla.

Ese modelo de familia que confina a la mujer al hogar como reproductora y cuidadora de la descendencia, y que recuerda mucho a la que se vuelve a introducir en nuestras aulas con la nueva asignatura de Religión que se ha aprobado recientemente. Todo un contraste con la asignatura Educación para la Ciudadanía, que entre otras cuestiones, incidía en la igualdad entre hombres y mujeres.

Por lo visto, hay quien piensa que inculcar a los menores desde la escuela valores de respeto, igualdad, corresponsabilidad, etc, es adoctrinarles, y surpimieron esta asignatura en cuanto tuvieron oportunidad. Ironías de la vida: hoy la catequesis disfrazada de asignatura de religión (católica, cómo no) ha vuelto a nuestro sistema educativo.

Tengo la impresión de que nos invade una corriente reaccionaria y misógina, muy poderosa – o mejor dicho, bien instalada en múltiples ámbitos de poder- que había permanecido agazapada desde que en 2005 España vivió una de las etapas históricas de mayor avance legislativo hacia la igualdad de las mujeres. La desafortunada expresión “feminazi” es la palabra predilecta de este colectivo revisionista.

Hace diez años las Cortes españolas aprobaron por unanimidad la ley de medidas contra la violencia de género. En 2007 se aprobó la Ley de igualdad efectiva de mujeres y hombres cuya finalidad era promover la igualdad real regulando el acceso de la mujer a los puestos de responsabilidad en diversos ámbitos públicos, como la paridad de las listas electorales o de los consejos de administración de las empresas públicas, entre otros espacios de poder.

En esos años, no hace tanto, la igualdad de género impregnó buena parte de la sociedad, alcanzó las conciencias de muchos ciudadanos, de responsables públicos que hasta entonces no habían prestado mucha atención a promover este valor democrático en su acción política. Hacer chistes machistas empezó, afortunadamente, a estar mal visto tanto públicamente como en nuestro ámbito privado.

En pocos días celebramos el Día Internacional de la Mujer. Una efeméride que desgraciadamente, no deja de tener sentido. El último informe de Cruz Roja, publicado esta semana nos revela que la pobreza y la precariedad en la España de hoy, sumida en una dolorosa crisis, tiene cara de mujer: casi el 75% de las mujeres atendidas por Cruz Roja vive en extrema pobreza.

Decir que aún nos queda mucho por avanzar se ha convertido en un manido tópico, que corre el riesgo de vaciarse de significado. Creo sinceramente que no podemos, como sociedad, pensar y actuar como si todo estuviera ya hecho, creer que porque la Constitución y las leyes consagran la igualdad de género, ésta se traduzca en realidad práctica.

Con solo estos ejemplos, citados a vuela pluma, ¿alguien puede hoy sostener que no son necesarias las reivindicaciones feministas?

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