En la lista de programas más vistos por televisión en 2014, hay que descender hasta el puesto 21 para encontrar un contenido que no sea fútbol, y dentro de los 30 primeros, solo hay dos emisiones distintas al conocido como “deporte rey”. Este enorme desequilibrio se explica en gran parte porque en 2014 se celebró el mundial de fútbol de Brasil, un evento deportivo que constituye el mayor espectáculo televisivo masivo.
El partido disputado por la selección española y la de Chile fue seguido por 13 millones de espectadores en España, el 67,6% de la audiencia. Fue el hito anual en lo que a seguimiento se refiere. Entre otros factores, la emisión del mundial por parte de Telecinco ha contribuido al liderazgo anual de las audiencias conseguido por esta cadena en el ejercicio anterior.
La final de la Copa del Rey de fútbol del año pasado, entre el Real Madrid y el Barcelona, que emitió La1 de TVE congregó a cerca de 11 millones de espectadores, el 60,8% de la audiencia, y contribuyó a elevar de un golpe siete décimas la audiencia de la cadena pública respecto del mes anterior.
Las cifras que nos hablan del fútbol son desorbitadas. Según publicaban algunos medios a mediados del año pasado, la televisión pública estaba dispuesta a pujar por la emisión de los 20 partidos clasificatorios de la selección española de fútbol -masculino, se sobreentiende-, para la Eurocopa 2016. El precio de estos derechos de emisión oscila entre los 35 y los 52 millones de euros. Y lo cierto es que los datos de audiencia cosechados por este tipo de encuentros explican el interés de las televisiones por hacerse con su emisión en exclusiva.
También es verdad que el tiempo ha modificado probablemente nuestra percepción sobre este aspecto en particular, y en una sociedad donde la cuarta parte de los ciudadanos no tiene trabajo, los sueldos se recortan hasta la supervivencia y los servicios públicos flaquean, que una televisión pública invierta esas cifras en un espectáculo futbolístico genera una controversia que hace unos años no se planteaba siquiera, apabullados como estábamos por los éxitos de “La Roja”.
Los grandes clubes de fútbol se han convertido en auténticas multinacionales del entretenimiento, y todas sus actividades y toda su actualidad trascienden lo deportivo, impulsados por los medios de comunicación. El fútbol lo invade todo o casi todo en nuestro panorama mediático.
Hace un mes que desde el Consejo Audiovisual de Andalucía, en colaboración con la Federación de Periodistas Deportivos de Andalucía promovimos un pacto por la igualdad y el pluralismo en el deporte. Este pacto surge de los resultados de un informe que realizamos previamente, y que pone negro sobre blanco lo desorbitado de la presencia mediática del que conocemos como “deporte rey”: el 95% del tiempo de las noticias deportivas en la televisión pública autonómica y más del 92% en las noticias de deportes de la desconexión andaluza de La1 de TVE versó sobre fútbol. Ninguna de las dos cadenas, ni tampoco el resto de las analizadas, emitió una sola noticia sobre deportes practicados por personas con discapacidad.
Y en cuanto al reflejo del deporte practicado por mujeres, el dato es elocuente, porque son invisibles: solo el 2,2% de los deportistas entrevistados en las noticias de Canal Sur TV eran mujeres. En los informativos andaluces de TVE no apareció ninguna.
Aunque los datos de este informe son de 2013, la situación que describen es paradójica, porque justamente son las mujeres deportistas las que en los últimos cuatro años han estado brindando éxitos internacionales al deporte español, y en este que acaba de terminar ha sido absoluto y abrumador el éxito del deporte femenino. Ahí están las medallas de las últimas olimpiadas de Londres 2012, los récords de la nadadora Mireya Belmonte, la reciente gesta de la selección femenina de balonmano: la final del campeonato europeo que disputaron a finales del año pasado logró un 9,6% de cuota de pantalla, con más de un millón de espectadores en un canal temático como es Teledeporte. La selección femenina de baloncesto disputó nada menos que la final del Mundobasket contra Estados Unidos el pasado mes de octubre, y lo siguieron por televisión casi un millón y medio de espectadores.
¿De verdad que no interesa, o que no es rentable retransmitir las competiciones deportivas femeninas?
La falta de difusión del deporte femenino en los medios tiene consecuencias perversas muy tangibles: las mujeres que quieren vivir de la práctica del deporte profesional en España lo tienen verdaderamente difícil, y sus logros deportivos tienen que ser verdaderas proezas y ni siquiera así es posible. La invisibilidad mediática ahuyenta a los patrocinadores, sin ellos no hay impulso económico para la organización y retransmisión de competiciones, y sin eco mediático, la sociedad ignora su existencia y se pierde un gran entretenimiento.
Y junto a esto, no hay que dejar de preguntarse algo que considero de enorme importancia: ¿Quién es el Cristiano Ronaldo o el Rafa Nadal de nuestras hijas, sobrinas o nietas?
Cuando en la sección de deportes de los informativos de todos los días se convierte en noticia el anuncio de coches rodado por el astro del balón del equipo campeón de la Champions, se informa del enfado de jugador con su entrenador, o se da cuenta del nuevo peinado de un destacado capitán de equipo, se está restando espacio y tiempo para contar que una nadadora española ha batido varios récords mundiales en una sola competición. Ni tampoco se informa de que el viaje para llegar a la ciudad donde se celebra la competición se lo paga ella con el dinero que gana en los trofeos.
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